lunes, 26 de marzo de 2012

Termas de Fiambalá (I), el abrazo de la montaña


Si no fuese por esas jornadas de historia de agosto de 2011 tal vez nunca hubiera ido a Catamarca. Convengamos en que no es un destino turístico muy promocionado y si no se tienen amigos o conocidos que sean de allí o que la visiten por motivos concretos, nos perderíamos semejante belleza. Fuimos por pocos días, con lo cual no había mucho tiempo para recorrer tantos lugares que se nos ofrecían. Pero había un lugar particular que no dejaríamos de visitar, hacía tiempo que quería ir, mucho antes de que el Dakar pasara por allí. Les hablo de Fiambalá, más específicamente sus termas. Una amiga tinogasteña me contaba maravillas. Se encuentra bastante alejado de San Fernando del valle de Catamarca, capital de la provincia donde se realizaban las jornadas, a 320 km. Existe la posibilidad de tomar una excursión de todo el día que recorre la Ruta del Adobe hasta llegar a Fiambalá pero nosotros queríamos ir a las termas y quedarnos un buen rato allí. Sonaba un tanto disparatado hacer 640 km (ida y vuelta) en un solo día pero... era eso o nada! Así que nos tomamos el micro que salía a las 6.30 h y regresamos con el de las 23.30 h. Es hermoso el recorrido que se hace por la ruta 38, primero y por la 60 después. Paramos en Chumbicha, Aimogasta, Tinogasta. Aquí comienza la Ruta del Adobe; es un trayecto de 55 km que culmina en Fiambalá. Sólo vimos las iglesias desde lejos, por las ventanillas del micro y medio dormidos, otra vez será... Cerca del mediodía llegamos a destino.
Fiambalá está ubicada en la ladera de la Cordillera de los Andes, a una altura de 1550 m sobre el nivel del mar. Su nombre proviene de la voz cacana (o diaguita) Pianwalla, que significa ‘penetración a la alta montaña’ y que, como la gran mayoría de los topónimos indígenas, describen el sitio que nombran. Es una población de cerca de 5000 habitantes, donde la paz y la tranquilidad se respiran a cada paso. Es un pueblo de pocas cuadras, desde la Terminal de Ómnibus caminamos 5 o 6 para llegar a la plaza principal. Una vez allí consultamos en la oficina de turismo de qué manera se podía llegar a las termas, ya que se encuentran a 12 km, en subida. Consultamos si algún colectivo hacía ese recorrido y nones! Sólo se podía acceder tomando un remise o en tu propio auto (no era nuestro caso).
-         A cuánto el viaje? preguntamos
-      Depende de cada remise o taxi, fue la respuesta, pero calculen 80$ (para que te lleven, mismo valor para que te traigan de vuelta); hay una remisería en la otra cuadra.
Guillermo y yo no estábamos solos en esta empresa; tres chicos que había visto en el micro preguntaron lo mismo, ellos también estaban en Catamarca por las jornadas de historia. Pero éramos muchos para compartir viaje. Nos encaminamos a la remisería y nos pidieron 60$ y allí nos subimos al auto!
Por desgracia no llevaba conmigo dramamine, olvidé por completo mi propensión a sentirme mal en las alturas y, al llegar al portón mismo de acceso a las termas, empecé  a sentirme realmente mal. Ni loca me iba de ahí, después de haberlo esperado tanto! Se me partía la cabeza, qué molesto! Lo primero que hice fui pasar por la enfermería, como me había sugerido el señor del acceso; sólo tenía la presión un poco elevada y nada más. Se me partía la cabeza, no sé si ya se los dije... 
Una vez que me acostumbré al dolor pude ver bien el entorno... las palabras no alcanzarían, la sensación de pequeñez ante lo sublime del paisaje no se puede describir. Enormes paredones de piedra circundan los piletones, también de piedra. La montaña es aquí dueña de todo, se impone a nuestra experiencia dejándonos casi sin aliento. Hay personas que se sienten apabulladas o tal vez claustrofóbicas ante este panorama. 
Es que literalmente la ladera de la montaña, casi vertical, encierra y te encierra. Para mí fue como un gran y potente abrazo, esos que te dejan sin aire pero que también son una caricia para el alma. Y por otro lado las aguas, blandas frente a la dureza de la piedra, con sus distintas temperaturas que van de los 30º a los 45º (¿o tal vez más?), también son una caricia, un mimo para el alma pero esta vez a través del contacto directo con el cuerpo.
Además de variar en temperatura las piletas aterrazadas tienen también profundidades diferentes, las más frías son más profundas, tiene cascadas y no hay tiempo sugerido de permanencia. Pudimos soportar hasta la de 40º, recién ahí se me fue  el terrible dolor que me partía la cabeza (no sé si ya se los había comentado). Ante semejante milagro me estacioné allí, entrando y saliendo del agua mientras Guillermo me sacaba fotos que sólo verán los más íntimos! En la primera pileta me pareció ver a los tres chicos del micro: efectivamente eran ellos que habían llegado ca-mi-nan-do!! El clima era increíble, a pesar de ser invierno y estar en altura podías salir del agua sin tener frío, primaveral. Podría haberme quedado horas o tal vez días en ese lugar maravilloso (hay cabañas para pernoctar) pero debíamos bajar al pueblo para tomar el micro de regreso. Volveré... munida de mi dramamine, lo juro!!! Y la próxima vez me van a sacar con la fuerza pública!!  

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