Hace unas semanas
estábamos caminando por las pasarelas de la Garganta del Diablo, en las Cataratas
del Iguazú, esas mismas que estuvieron cerradas los últimos días por las
crecidas del río.
Un paseo en un tren te deja en la Estación Garganta del Diablo. Si preferís, podés hacerlo caminando, por el sendero que va junto a las vías, son aproximadamente 4 km. No te lo recomiendo en verano, el calor puede ser bravo. Luego, sí, ya solo resta caminar poco más de un kilómetro de sendero artificial
sobre el río hasta llegar a la imponente caída de agua. En el camino se pueden ver las antiguas pasarelas, las caminé en los ochenta con mis viejos. Mientras escribo este post, la crecido del río obligó a cerrar el paseo. Y han desmontado las barandas para que no ofrezcan resistencia al agua. La tecnología logró que podamos llegar hasta el mismísimo comienzo de la vertiente, pero las barandas viejas están ahí, recordándonos quien manda.El paseo culmina
en el balcón que asoma a la caída. Y aunque era la tercera vez que iba, cuando
uno ve los millones de litros de agua cayendo, la bruma que escapa de las
fauces del diablo, los arco iris que aparecen como si fueran filtros de Instagram,
es una emoción que parece salida desde el estómago.
No conozco otras
cataratas de estas dimensiones, pero parece que tiene bien ganado el galardón
de Patrimonio de la Unesco.
Volvemos por la
misma pasarela que fuimos. Ya más relajados, porque el atractivo principal ya
lo marcamos con el asterisco de “hecho”. A la vuelta contemplamos los colores
del río, el sonido más tenue del agua, nos perdemos en el verde de la selva que
enmarca al río… Un youtuber mexicano va adelante nuestro comentando todo a su
paso, está bueno escuchar lo feliz que está de haber conocido este lugar.
Lo único que
empaña este momento, bah, no empaña solo incomoda un poco, es el aluvión de
humanos que hay que ir codeando para hacerse paso y poder llegar a primera fila
en el balcón. No importa cuándo vayas, siempre hay gente. Todos tenemos derecho
a disfrutarlas, sería egoísta pensar que los que sobran son los demás y no yo…aunque
entre nosotros, un poquito lo pienso. Así y todo ¿vale la pena la visita? Y mi
respuesta es un rotundo Sí, uno de esos lugares que hay que conocer alguna vez
en la vida.