Es bastante común que cuando llegamos a alguna ciudad que no conocemos visitemos sus iglesias. Más aún si su historia, su arquitectura o sus imágenes están acompañadas de cierto renombre. Más difícil es que asistamos a las misas o servicios religiosos (a menos que el ir a misa sea parte de nuestra vida cotidiana) que en ellas se celebran, excepción hecha de las que se realizan en fechas importantes como Nochebuena, Semana Santa, Corpus Christi o las festividades de vírgenes y santos específicos. Sin embargo, tomarnos el tiempo para asistir a algunos puede resultar sorprendente y convertirse en un punto más del itinerario que teníamos pensado. Además de ser un placentero momento de reflexión aunque no comulguemos con esas creencias religiosas.
Aquí traigo dos de esos momentos, bien distintos entre sí, pero igualmente estimulantes para conectarnos con nuestro credo interior.
Todos los asistentes cantan y muchos bailan mientras van entrando, en primer lugar las mujeres y luego los hombres, con canastas llenas de panes. Al finalizar la misa, los panes bendecidos se reparten a todos los concurrentes.
Nota 1: En Salvador el martes es el día de mayor actividad y hacia la noche es habitual el recital de Gerônimo en las Escalinatas que dan a
Nota 2: La frase es atribuida a Enrique IV de Francia (o a su consejero) al convertirse al catolicismo, por lo menos en apariencia, en 1593 con el fin de ser aceptado como monarca.